EL
TRAIDOR AL IMPERIO
En
el año 1622, vivía en Cádiz la familia Sampson. Era una familia
acomodada de comerciantes ingleses, y gente muy honrada. Una
noche del mes de abril, llamaron a la puerta de los Sampson unos
recaudadores de impuestos. Venían a cobrar una factura relacionada
con el almacén del señor Sampson:
-Ya
he pagado esa factura – dijo el señor Sampson. Tenía razón.
Pero
los recaudadores no le hicieron caso y prendieron fuego a la casa.
Después huyeron. El joven Steven, de tan solo doce años, quedó
traumatizado al ver morir a sus padres quemados. Metió en un saco de
galleta algo de dinero, unos arenques salados, un par de pistolas
cargadas, pólvora y munición. Después huyó al puerto, donde se
enroló en un buque mercante que se dirigía a Venezuela, haciendo
escala primero en las islas Azores, luego en La Habana (Cuba) y, por
último, en Panamá.
Aquel
barco transportaba un abundante cargamento de especias pero, en ese
mismo convoy viajaban barcos que transportaban colonos al Nuevo
Mundo, otros transportaban otros productos para comerciar con los
colonos que ya se habían establecido allí o con los indígenas.
También había barcos de guerra.
Steven
trabajó muy duro como grumete en el barco, donde fue maltratado por
el resto de la tripulación; mejor dicho, por casi toda. El cocinero
del barco, un irlandés que resultó ser un primo de su madre, le
acogió. El cocinero se llamaba John Evans. Desde que vio a Steven
sufrir las burlas de los otros marineros nada más partir se apiadó
del niño. John era un hombre bajo y gordo sin embargo, su sobrino
era alto y delgado. Ambos tenían algo en común: unos ojos de color
marrón verdoso y un cabello rizado, largo y castaño oscuro.
Excepto
por las burlas que Steven sufría diariamente por ser inglés, la
travesía para él fue agradable. No hubo día que no comiera bien y
en abundancia (claro que, su tío le ponía más que a los que en
teoría tenían la misma ración que él) y ganó algo de dinero. No
hubo ni una sola tempestad. Sin embargo, cuando el convoy llegó a la
altura de las Bahamas, se encontraron con unos piratas ingleses. Los
comerciantes intentaron negociar; pero, solo había dos personas en
todo el convoy que hablaran inglés: John Evans y Steven Sampson. Las
mismas personas que habían sido maltratadas, John lo fue en
anteriores viajes, ahora eran la única posibilidad de negociar con
los piratas para salvar sus vidas. Después de todo lo que les habían
hecho, se negaron a ayudarles.
Se
marcharon con los piratas, pero antes, les dijeron donde estaba el
cargamento de especias, una mercancía muy valiosa en el Nuevo Mundo.
En
el convoy pirata Steven y John recibieron muy buen trato. Tras vender
las especias en La Habana, los piratas se dirigieron a la isla de La
Tortuga (al Noroeste de La Española) en la que les preguntaron
muchas cosas:
-Así
que tus padres son ingleses, ¿no? - le preguntó un individuo alto
llamado Eduard Mansvelt.
-Sí
- dijo Steven un poco cortado – mi padre era de Londres y mi madre,
de Porsmouth.
-¿Y
os gustaría a tu tío y a ti ser miembros de la Cofradía de los
Hermanos de la Costa?
-Por
supuesto – dijeron al unísono los dos.
Steven
comenzó trabajando con los Hermanos de la Costa vendiendo las
mercancías que sus compañeros robaban. También le enseñaron a
manejar el sable, a disparar con el fusil y con el cañón. Más
tarde, empezó a participar en los saqueos a barcos. Con el tiempo se
convirtió en un hombre importante en la Cofradía.
Desgraciadamente
John murió a manos del gobernador de Veracruz cuando Steven su tío
y otros piratas fueron a esa ciudad a vender especias y ron que
habían robado antes. Steven decidió vengarse. Decidió atacar
Veracruz con una flota de: treinta galeones de guerra, diez fragatas
militares y cinco navíos de línea. Para llevar a cabo esta empresa,
contrató a novecientos hombres, sin contar su propia tripulación.
Le acompañaron, entre otros capitanes, el Olonés, Henry Morgan y
Eduard Mansvelt. La noche antes del ataque (la flota de Steven ya
estaba en Veracruz) Steven y sus hombres de confianza destruyeron los
torreones de combate. Por la mañana, conquistaron Veracruz y la
saquearon.
Escrito por Arturo Cano Moraleda (1º
E.S.O A)